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Capitán Salvador Masip Bendicho.

Capitán Salvador Masip Bendicho
El 20 de Abril de 1.944 de acuerdo con el Reglamento de la Real y Militar Orden de San Fernando le era concedida al capitán SALVADOR MASIP BENDICHO la más preciada condecoración del Ejército español por su actuación el día 22 de Enero de 1.943 al frente de la Séptima Compañía del 2º Batallón del 269 Regimiento de Granaderos en Rusia. Según el expediente instruido por el Juez Instructor del Juicio contradictorio los méritos de este bravo oficial fueron:
De lo actuado aprecié que sobre las veintidós horas del día veintiuno de enero del año en curso, el capitán Masip al mando de la Séptima Compañía del Segundo Batallón del Regimiento de Granaderos número 269, recibe órdenes de relevar a unas fuerzas alemanas que defienden el sector situado al sur del lago Ladoga, efectuándose este relevo con una rapidez extraordinaria.
El terreno asignado a la Compañía carece en absoluto de fortificación, no existiendo trincheras, parapetos, ni abrigos para la tropa, así como tampoco existe línea que delimite el frente. El terreno se presta a las emboscadas, dada la configuración del terreno, cubierto de bosque, que impedía el enlace visual pero que favorecía los golpes de mano. El efectivo de armas y el personal es insuficiente para cubrir el frente asignado, que se halla interrumpido por una infiltración enemiga en el flanco izquierdo de la Compañía, que es el derecho del Batallón, y con el que no existe contacto. El capitán Masip tiene una clara visión de la difícil situación en que queda la Compañía, pero consciente de la misión encomendada, recorre una y otra vez sus unidades, pasando por zonas enemigas y estudiando la situación de cada puesto y el emplazamiento de cada arma automática. La fuerza propia se halla bastante agotada debido a la marcha realizada hasta llegar a las posiciones, habiendo soportado las más bajas temperaturas, no siendo posible ingerir ninguna clase de alimentos, por hallarse estos helados. A pesar de ello se conserva una magnifica moral y bajo la dirección y colaboración del capitán Masip, los divisionarios improvisan con troncos y montones de nieve parapetos y emplazamientos para las armas automáticas.
Masip revisando MG-34
El Capitán Masip observa el movimiento de fuerzas enemigas y ante la proximidad del ataque, mantiene a sus soldados en alerta constante, animándoles con su ejemplo. Personalmente descubre un ruso, que agazapado entre las dos líneas mantiene comunicación telefónica con su campo; no transcurre mucho tiempo en hacerle prisionero el propio capitán Masip y conducido al búnker de éste es convenientemente interrogado. Próximamente, al amanecer del 22 de Enero hace aparición la aviación enemiga y unas dos horas más tarde la artillería, máquinas de acompañamiento y los temidos lanzacohetes Katiusha (los apodados “Órganos de Stalin”) del enemigo aceleran el ritmo de fuego que acompasadamente han mantenido desde la entrada de las fuerzas propias en el sector y terminan desencadenando una fortísima preparación de artillería.
La cercana explosión de un proyectil hiere en la sien al capitán Masip cuando éste recorre los puestos acompañado por el cabo de enlace, no concediendo el capitán importancia alguna a esta herida (hecho únicamente conocido gracias a la declaración del cabo de enlace).
Concluida la preparación artillera, el enemigo lanza a su infantería (con una superioridad numérica sobre los defensores de 10 contra 1), que canaliza sus ataques sucesivamente en dirección frontal y sobre el flanco izquierdo de la Compañía, consiguiendo gran aproximación a las posiciones; el arrojo y coraje de las fuerzas propias es tal, que a pesar de que el enemigo es infinitamente superior y realiza sus asaltos en sucesivas oleadas, es rechazado en cuantas ocasiones trata de infiltrarse, dejando el campo sembrado de cadáveres. El enemigo nos desfallece y tras unos minutos de tregua, insiste en sus ataques, en nuevas oleadas y gran lujo de armas automáticas, desviando esta vez el ataque de derecha a izquierda al encontrar resistencia; el hábil emplazamiento de las MG.´s propias contiene el ataque enemigo que amenaza incluso atacar del revés. Las escenas de heroísmo se producen constantemente, cae herido el servidor de una ametralladora ligera y el capitán Masip le suple haciendo fuego con dicha arma, recibe un balazo en el ojo izquierdo que le produce gran hemorragia. Ante la insistencia con que sus soldados le aconsejan la evacuación, el capitán Masip se niega rotundamente a ello y -curado ligeramente- prosigue la lucha como uno más, derrochando extraordinario valor.
El capitán Masip atiende constantemente los puestos de mayor peligro; viendo que un servidor de una MG-34 no se ha percibido de la proximidad de un grupo asaltante; le arrebata el fusil y, haciendo fuego, desbarata el avance, recibiendo un nuevo balazo en la pierna herida, pero se niega rotundamente a ser evacuado. Sobrepuesto al dolor que sus heridas le producen, continúa alentando a sus hombres, que enardecidos y admirados por su heroico comportamiento defienden tenazmente las posiciones. Sin previo aviso las dos máquinas alemanas se retiran y Masip trata de sustituirlas con un fusil ametrallador.
La potencia del fuego propio ha disminuido; el enemigo ha sufrido enormes pérdidas, pero machacada la segunda sección por la última preparación artillera, abre brecha por dicho punto y por su superioridad numérica aniquila a esta unidad en la que muere heroicamente el alférez que la manda ya la casi totalidad de los hombres. El capitán Masip sabe aprovechar una breve tregua y bajo su dirección se construye un parapeto que constituye una defensa en círculo ante el ataque inminente. Otra preparación enemiga reduce el número de defensores que resisten un nuevo ataque, quedando los soviéticos pegados al terreno a apenas 20 metros. El capitán Masip en un esfuerzo sobrehumano se aproxima al teniente Martín Castro para hacerse más fuerte en la defensa, ordenando construir un parapeto circular como última resistencia. Unos diez rusos inician el asalto y el capitán, en un último alarde de valor y serenidad, se incorpora para lanzar la última granada que queda, ordenando sean caladas las bayonetas, pero una bala enemiga arrebata la vida a este valeroso capitán, que en un holocausto de su honor militar ha preferido la muerte que el retroceso de un solo paso, no evacuándose a pesar de varias heridas y manteniendo con férrea voluntad el terreno asignado. No obstante la enorme superioridad del enemigo, su moral no se quebrantó en ningún momento.